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Este es otro vals-regalo que Alan compuso para la boda de su sobrina Emma con Barry Gatenby.

Aunque la alboka no aparece en la grabación, la pieza nació como vals para alboka y de hecho es el Nº 188 de Halfway to Hell: Albokarako 333 doinu.

Es un placer reunirnos aquí, como en otros tantos temas del disco, con nuestro ex-compañero de Alboka, Juan Arriola Mendiola Artañola.

 

 

Con sus dieciséis primaveras la bella Emma de Barna Road pasa dos meses en Toulouse. Aprendiendo francés, dice. Allí, sin darse cuenta, conquista el férreo corazón de Marcel. De vuelta en casa, Emma recibe una postal con una declaración de su amor y pena. Que ni siquiera le suena este Marcel, dice con desdén, y no se molesta en contestar la postal.

 

Años más tarde, Emma se casa con Barry, galán cuyo complemento numérico de dientes, piernas, ojos biológicos y años vividos en este planeta concuerda con los requerimientos de Emma. Además, el pelo de Barry es suyo. Marcel calla el hundimiento de su sueño, destrozado por la certeza de que bio-aritméticamente es incapaz de competir con el galán.

Este vals celebra la boda. Pero también homenajea la noble dignidad de un admirador derrotado.

Por supuesto que este relato no coincide exactamente con lo acontecido. Para saber la verdadera historia tendrás que contactar con Emma. De hecho, yo mismo tendré que hablar con ella.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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El culebrón del pobre Marcel nos cautivó desde el primer instante. Y la música que lo ilustraba también. Todo nos lleva a pensar una vez más que con Alan uno debe estar en alerta las 24 horas del día. No sabes nunca por dónde puede disparar...

Fue en el proyecto 'Egunsentiaren Kantak' del cantante suletino Pier Paul Berzaitz que estrenamos este tema en directo. Fue la instrumentación que llevábamos en aquella gira la que nos llevó a probar un arreglo con piano y contrabajo, instrumentos poco habituales en ALBOKA hasta ahora.

Me vienen ahora a la memoria las gloriosas sesiones de música de las noches de los miércoles en el histórico y añorado pub The auld Dublinner de Donostia-San Sebastian en los 90 con Alan y los Porter Shawks (Los tiburones de la cerveza). En la universidad de Galway se le llamaba así a alguien que deambulaba por los bares gorroneando pintas de Guinness.

Cuando yo entraba por la puerta como Clint Eastwood en Sin perdón todos intentaban buscar la llave del piano para cerrarlo pero nunca llegaban a tiempo...

Encontraron otra solución mejor. Me bautizaron como Elton y dejaban que accompañase a Margaret en su momento de gloria, es decir la balada tierna de la noche o el clásico The wild Rover (No, nay, never). El resto del grupo aprovechaba para reponer sus pintas y hacer gestos y comentarios aduladores poco creibles...

Así nació mi afición y obstinación por el piano. Mi técnica a ocho dedos es merecedora de estudio...

Segi Aztarna...